El ídolo del fútbol mundial sufrió un paro cardiorrespiratorio en la casa de Tigre donde estaba haciendo su rehabilitación tras la operación por un subhematoma subdural. Tenía 60 años.

Hace 20 años el mundo descubrió que Dios podía ser mortal también. Diego Armando Maradona acababa de ser internado de urgencia en la Clínica Cantegril de Punta del Este y sus millones de fanáticos alrededor de todo el mundo se vieron obligados a asumir por primera vez que aquel jugador exquisito, al que todos se acostumbraron a comparar con Dios, también podía morir algún día.

 

Casi 21 años después de aquel cachetazo de realidad llegó el golpe definitivo. Diego murió este miércoles tras sufrir un paro cardiorrespiratorio en la quinta de Tigre en la que se recuperaba luego de la operación por un hematoma subdural a la que debió ser sometido semanas atrás. Aunque intentaron reanimarlo durante varios minutos y tres ambulancias llegaron hasta el lugar, nada pudieron hacer para salvarle la vida.

La familia y los médicos del Diez habían decidido su traslado momentáneo a esa casa hasta definir las características de un tratamiento para rehabilitarlo de su adicción al alcohol y su dependencia a los fármacos.

La figura de Diego trascendió por mucho el mundo el fútbol hasta convertirlo en una de las personas más influyentes de la Argentina de las últimas décadas. Cada uno de sus actos fue celebrado por sus seguidores con la misma contundencia con la que los denostaban sus detractores. Pero ciertamente nunca generaron indiferencia.

Su muerte provocó una fuerte conmoción mundial propia de quien no sabe de fronteras y de quien, con la posibilidad de olvidarse de sus orígenes y encumbrarse en lo más alto de las elites globales eligió convertirse en bandera de los más relegados. Por eso en los '80 los napolitanos tuvieron que pedirle perdón a San Genaro para poder correr su figura unos centímetros del centro de los altares montados en casas y pizzerías para hacerle un lugarcito a Diego.

El Diez tenía 60 años y había empezado a escribir su historia en los potreros Villa Fiorito cuando jugaba a la pelota por un alfajor y soñaba con la posibilidad de alguna vez jugar un Mundial.