La reforma judicial es la nueva batalla política que está dando el kirchnerismo. Con diferencias internas, con estrategias distintas en las dos cámaras del Congreso, pero con la convicción clara de avanzar con el proyecto de ley que el presidente Alberto Fernández le envió al Poder Legislativo hace un mes. Una batalla política que le valió un nuevo enfrentamiento con el partido más grande de la oposición en el medio de la gestión de la pandemia, justo cuando el pico de contagios de coronavirus finalmente llegó.

El proyecto recibió en las últimas horas media sanción en la Cámara de Senadores. El Frente de Todos, que tiene mayoría en el recinto, la aprobó sin contratiempos y luego de varias horas en las que la tensión fue en aumento. Cristina Kirchner hizo valer su poder y alineó a todos los legisladores peronistas para acompañar la iniciativa. Justo dos días después de asegurar que el proyecto que se trataría no sería la “verdadera reforma judicial que necesita el país”.

El próximo paso será debatirla en Diputados. Y ahí entrará en juego la muñeca del presidente de la Cámara, Sergio Massa y del presidente del bloque oficialista, Máximo Kirchner. Un tándem que tiene un sistema aceitado de gestión luego de pocos meses de trabajar en conjunto. Una dupla que por lo bajo, sin hacer demasiado ruido, negocia acuerdos con el peronismo disidente cuando las negociaciones se tensan por falta de consenso.


La reforma judicial será un nuevo desafío para ambos. Juntos por el Cambio no va a acompañar el proyecto tal cual está y como se aprobó anoche. Tampoco lo hará el interbloque Federal, que conduce Eduardo “Bali” Bucca y que cuenta con el padrinazgo de Roberto Lavagna y el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. En el interbloque que lidera el mendocino José Luis Ramón hay dos legisladores que tienen decidido no acompañar. En la Izquierda, Romina Del Plá y Nicolás Del Caño adelantaron que tampoco respaldarán el proyecto. Con ese cuadro de situación los números se complicaron.


Massa busca dilatar el proyecto y estirar las negociaciones mientras el documento se discute en las comisiones de la Cámara baja. “Va a llevar mucho tiempo. No es un problema de correr o no correr, es un problema de cómo trabaja cada Cámara con realidades distintas”, justificó en público, marcando que los tiempos de gestión y negociación serán otros en la cámara que preside. En gran medida se debe a que los números son más ajustados y el oficialismo tiene que negociar hasta el quórum. El líder del Frente Renovador tiene un espíritu más negociador que el de Cristina Kirchner.